Wednesday, March 14, 2007

Buscando el punto medio


Cuando Ares y yo nos conocimos, yo acababa de salir de un divorcio y de renunciar a mi empleo en una firma de arquitectos. En menos de tres meses, me había quitado de encima 6 pies- 2 pulgadas y 200 libras de hombre vago, junto a la desgracia de haberme casado con alguien que valoraba su vida proporcionalmente a lo que tenía en el banco. De un fajazo, renuncié a la casota en el suburbio adinerado, todo lo que quedaba en el banco y el Mercedes Benz. Total, nada de esto lo había tenido antes, y en el poco tiempo que lo tuve, no daba abasto para reemplazar el amor que faltaba en esa relación. También dejé aquel trabajo, y la jefa que siempre me buscaba para hablarme de sus carteras de diseñador, sus viajes semanales al Caribe y los múltiples diamantes que llevaba encima a diario. Me ahogaba en tanta falsedad y tanta desilusi
ón.

Pocas semanas mas tarde –borrón y cuenta nueva- ya tenía un trabajazo, apartamento y carro nuevo. Todo pagado por mí, sin buscar ayuda de nadie para nada. Todo marchaba bien, y me levantaba poco a poco.

Cuando me case con Ares, tomamos la decisión de que me quedaría con los chicos en casa y el trabajaría. Siendo un hombre sumamente tradicional, Ares, siente que su deber es trabajar hasta morir exhausto del cansancio para que yo me quede en casa con los chiquitos. Pensé que sería fácil acoplarme a tal itinerario, pero la realidad es que, no solo contamos con un solo ingreso -que depende completamente de su negocio- pero se me ha hecho cuesta arriba el estar en mi casa día y noche cambiando pañales y cantando canciones de Plaza Sésamo. De veras, siento que me falta algo, que tras tanta educación y tanto esfuerzo, no le entrego a mi familia lo mejor de mi. Me ahogo en tanta deuda y tanto aburrimiento.

Buscando el punto medio, ayer acepté una oferta de trabajo en una firma de arquitectos. Desde entonces, la cabeza me da vueltas pensando que regresar
é al campo que juré no regresaría. Sé lo que me espera: días trazando líneas de colores en una pantalla negra, políticas de oficina, tapones infernales a diario, etc. Pero, ese es el precio a pagar por nuestro bien financiero y por la necesidad que siento de tener algo completamente mío, para mis hijos y mi familia. Y no hablo del carro en mi marquesina, ni de la casa que acabamos de comprar. No, nada de esto me llena, aunque ese fruto táctil sirve de empuje de vez en cuando. Lo que busco ahora es lo que encontré en aquella época post-divorcio: la felicidad de saber que puedo contar conmigo para todo en la vida. Esta vez, no solo por mi, pero por el bien de mis hijos y mi marido.

Es como Deja vú, sin darle de baja al marido, sin quedarme sin techo, ni devolver mi carruaje. Empiezo a trabajar el lunes.