Tuesday, April 24, 2007

Será que ya se acerca el fin?



Ayer un hombre entró a la oficina de arrendamiento del complejo de apartamentos donde vivía en Houston y, con una sonrisa macabra y tras enviar a sus allegados -por correo electrónico- su propio obituario, abrió fuego contra la mujer que manejaba el complejo. ¿Por qué? Porque, tras no haber mantenido su renta al día y haber causado problemas a sus vecinos, el complejo hacía trámites desde el jueves para deshauciarlo. En la redada también cayó su vecino. Sin pensarlo dos veces, abrió fuego frente a la puerta de su vecino, a quien una de las balas alcanzó en el pecho. Así, de un tirón al gatillo, acabó con su 'problema'. Tras la balacera, pistola apuntada a la cabeza, el tipo termió con su vida.

La semana pasada, un contratista tomó de rehén a dos persona en el Johnson Space Center de NASA, en Houston. El contratista, un hombre de pelo blanco y algunos 60 años, jamás se asemejaría al perfíl de asesino que la mayoría de la población cargamos en nuestra mente. Encerrados en el salón de conferencia del que había sido su lugar de empleo, el jefe del don y una empleada, con sus vidas en las manos de un demente, perdieron su derecho a la libertad por cuatro horas. La policía, como esperando una invitación grabada en oro, mantuvo vigilia en las afueras del edificio. En un instante casi interminable, la vida del jefe fue ultimada y el abuelito -pistola en mano- terminó con su propia vida. ¿Por qué? Porque su jefe hacia trámites para despedirlo.

Hace dos semanas, una empleada de una oficina médica en Houston incendió la oficina donde trabajaba. En un abrir y cerrar de ojos, el fuego salió de sus manos, tragándose la oficina y varias otras aledañas. Tres de sus colegas no llegaron a sus casas esa noche. Personas trabajadoras, que nada tenían que ver con los problemas de esta mujer desquiciada, nunca volvieron a ver la luz, a abrazar a sus hijos, a besar a los que amaban. ¿Por qué? Porque ésta mujer vaga y desquiciada no había cumplido con su labor diaria y temía ser despedida. Su falta de lucidez la llevo a pensar que, con el fuego, podría quemar la evidencia de su vagancia y mantener su trabajo.

Hace varias semanas, las autopistas de ésta ciudad añadieron un problema más a la larga lista de los que ya existen. No solo manejan los tejanos a mil millas por hora en carreteras de dos carriles, pero se la pasan de carril en carril, dejando solo un pequeñísimo espacio entre su auto y el del frente. Si a esto le añadimos el llamado "road rage", cada vez que un conductor sube al volante podría caer víctima de un asesino. Si no lo creen posible, pues basta con preguntarle a la mujer que presenció la muerte de su enamorado mientras paseaban en su auto nuevo un domingo. ¿Por qué? Por que a éste se le ocurrió tocarle bocina al tipo de la pick-up que venía 'volando bajito' para evitar un posible accidente. Tras invadirle el carril, apenas rozando su auto, el demente en la pick-up abrió fuego contra el hombre y su novia, matándolo instantáneamente.

A veces pienso que estamos viviendo dentro de una película experimental de Quentin Tarantino. ¿O podría ser que el final está cerca? Es aparente que hemos llegado a un punto, previamente producto de una fábula fantasiosa, donde arremeteremos contra el vecino porque no nos gusta el color de su casa, o contra la oficinista del dentista por no haber saludado al paciente, o contra el payaso en la fiesta del nene porque lo hizo llorar en vez de reir, o contra el mesero por derramar el agua sobre la mesa. Dice Ares que, a pesar de todo esto, el prefiere vivir en estos tiempos a haber vivido en tiempos Romanos o medievales, donde poblaciones enteras morían a manos de colonizadores. Le argumenté que, para esa época, la mayoría de la violencia extrema se sucitaba entre naciones por tierra y expansiones de imperios. No era violencia anónima, sino mas bien producto de una agenda tangible, efímeramente tangible, pero tangible al fin. Ahora es hombre contra hombre. ¿Por que? ¿Por honor? ¿Por orgullo? ¿Por el deseo de fama, de notoriedad? ¿Por esa sed que tiene el hombre de sobresalir, de ser especial? Vivimos con la vida en la mano, a merced del otro, del que trabaja en el cubículo del lado, del que corta la grama, del que reparte el periódico, del que te saluda en el asensor a diario, del estudiante que no gusta de su maestro(a), del que dirige la misa los domingos, del que espera a que cambie la luz en el caro del lado, del que no puede lidiar con el estress de otra forma que deshagorlo sobre quienes no tienen culpa.

Nos asomamos al portal de algo que -pronto- ya no podremos combatir... y lloro por el mundo en que dejo a mis hijos.